Marcial Hernández, Un Gran Zuliano

Septiembre 23, 2015




Nace en Maracaibo, el 31 de marzo de 1874, el distinguido médico, periodista, escritor, poeta, profesor universitario y político, Marcial Hernández.

En 1897 recibe el título de Doctor en Ciencias Médicas en la Universidad del Zulia, donde presentó como tesis doctoral un trabajo titulado: Exposición de Algunos Tratamientos de la Tuberculosis Pulmonar. Al año siguiente fue nombrado vicerrector de LUZ, quien además, junto a Francisco Eugenio Bustamante, fundó el periódico La Universidad del Zulia.

Aunque muy poco ejerció la medicina, fue profesor-fundador de las cátedras Antropología e Historia de la Medicina, dedicándose de lleno a la docencia, al periodismo y a la literatura. Dejó publicados los textos pedagógicos: Sinopsis de la Historia de Venezuela y El Cuento de la Salud (Tesis de Higiene); además fue uno de los redactores de los periódicos: El Centinela, El Teatro, La Universidad del Zulia, El Ciudadano, Prosa y Verso, El 19 de Abril y columnista del diario Panorama, periódico que según Ricardo Archila le debe su nombre.

Entre los géneros literarios que cultivó, fue en la prosa donde adquirió la mayor pureza y precisión, además con un alto dominio del idioma. Como cuentista se destacó por su estilo sobrio, severo, realista y enigmático, con un profundo impacto psicológico y cronista de curiosidades de lo circundante con imágenes coloristas de lo cotidiano.

Marcial Hernández fue también un orador de gran riqueza verbal y creadora, por lo cual su discurso en el segundo Congreso Venezolano de Medicina realizado en Maracaibo del 8 al 23 de enero de 1971, se hizo famoso cuando dijo: "Las insignias pueden marchitarse, y las campanas enmudecer, y extinguirse los fuegos del ara, pero ni aun el ímpetu de los huracanes puede apagar el simbólico faro del Catatumbo. El Zulia entre la noche relampaguea…"

En honor a este intelectual zuliano, una parroquia del municipio San Francisco del estado Zulia lleva su nombre, Marcial Hernández.



APOSTADORES MARACUCHOS


Dos apostadores enfermizos están mirando a la vieja del frente que tiene las piernas abiertas y dicen: - La pantaleta de la señora es negra; el otro apostador brinca y dice: - NO! es marrón... Mandan a un carajito a verificar de qué color es la pantaleta y al regresar les dice: - Se pelaron los dos, ni es negra ni es marrón… son moscas.