Diciembre 15, 2023
Santa María de la Rosa nació en Brescia, Italia, en 1813, y quedó huérfana de madre cuando apenas tenía 11 años de edad. A los diecisiete, su padre le presentó a un joven, diciéndole que había decidido que él fuera su esposo. La muchacha se asustó y corrió donde el párroco que era un santo varón de Dios, a comunicarle que se había propuesto permanecer siempre soltera y dedicarse totalmente a obras de caridad.
El sacerdote fue donde el papá de la joven y le contó la determinación de su hija. El señor De la Rosa aceptó casi inmediatamente la decisión de María, y la apoyó más tarde en la realización de sus obras de caridad, aunque muchas veces le parecían exageradas o demasiado atrevidas.
El padre de María de la Rosa tenía unas fábricas de tejidos, donde organizó a las obreras que allí trabajaban y con ellas fundó una asociación destinada a ayudarse unas a otras y a ejercitarse en obras de piedad y de caridad. En la finca de sus padres fundó también con las campesinas de los alrededores, una asociación religiosa que las enfervorizó muchísimo. En su parroquia organizó retiros y misiones especiales para las mujeres, y el cambio y la transformación entre ellas; fue tan admirable que al párroco le parecía que esas mujeres se habían transformado en otras. ¡Así de cambiadas estaban en lo espiritual!
En 1836 llegó la peste del cólera a Brescia, y María con permiso de su padre (que se lo concedió con gran temor), se fue a los hospitales a atender a los millares de contagiados. Luego, se asoció con una viuda que tenía mucha experiencia en esas labores de enfermería, y entre las dos dieron tales muestras de heroísmo en atender a los apestados, tanto que la gente de la ciudad se quedó admirada.
Por: Agustín Arteaga